¡Hola Gente!, vengo de La Gallineta, y veo que María ya anduvo por aquí. Es tan, tan buena la foto de José y el texto de María Bernarda, sobre La Tapera, que me daba “cosita” publicar… pero les debía la entrada que dejé. Ahora estoy aquí, “ojeando” Semana Maipuense… ¡El próximo domingo vamos a votar!, falta nada, horas, estamos en las vísperas. Rodeados por las encuestas, atacados por los spot publicitarios ésta vez como nunca está ganando la indiferencia y todos perderemos. ¡Que se vayan todos gritaban en 2001! Y aquí están, todos, sonriéndonos desde los afiches, hablándonos de cambio, de que el país crece al 9 %. Mientras tanto Julio Jorge López no aparece, los docentes de Santa Cruz siguen reclamando, el maestro Fuentealba es un recuerdo, el Gobernador Sola, se reunió esta tarde con los familiares de los policías asesinados en La Plata. El Paco destruye a los chicos pobres, el éxtasis se apodera de los chicos ricos. Los Hospitales del conurbano colapsan, sigue habiendo analfabetos y desnutridos. Cualquiera podrá decir veinticuatro años no son nada, yo creo que fueron suficientes. Esta mañana mientras espera mi turno en la línea de Pago fácil, alguien dijo no hay que votar, y otra agrego yo, voto en blanco y listo. No dije, y comencé a recitar el Código Electoral… solo se computan votos afirmativos válidamente emitidos, los votos en blanco, o los declarados nulos por la Junta Electoral no sirven. La Constitución es clara, cuando votamos elegimos representantes, el voto en blanco no te representa. En el único caso que he visto funcionó es en la novela de Saramago “Ensayo sobre la Lucidez”. Cuando la charla se ponía interesante, llegó mi turno, pague y salí, en la puerta un muchacho estiro la mano con una boleta… con un gesto amable la rechacé, ya me había entregado una, cuando ingrese, pero él no lo había notado y recordé cuando yo repartía boletas… y pasaba más horas en el comité que con mi familia. La primera vez que voté y fiscalice fue el 11 de marzo de 1973, la segunda el 29 de septiembre del mismo año. El 30 de octubre de 1983, fiscalizaba en una escuela cerquita de casa, cuando acabo el recuento, cargada de papeles, salí corriendo para el comité, mi padre y mis tíos me esperaban en la puerta con mi hija… un beso y un chauuuu!, nos vemos más tarde. Nos reencontramos cerca de la una de la mañana en la puerta de la Casa Radical con mis tíos, mi hija dormía en casa, mi padre velaba su sueño y con el matecito recién cebado nos esperaba con la compañía de la radio casi inaudible y una planilla dónde iba anotando los cómputos. Han pasado veinticuatro años, entonces en mi agenda estaba escrita esta cita… “La vida política de un pueblo marca la condición en que se encuentra; marca su nivel moral, marca el temple y la energía de su carácter. El pueblo donde no hay vida política, es un pueblo corrompido y en decadencia, o es víctima de una brutal opresión. La vida política forma esas grandes agrupaciones, que llámeseles como ésta, populares, o llámeseles partidos políticos, son las que desenvuelven la personalidad del ciudadano, le dan conciencia de su derecho y el sentimiento de la solidaridad en los destinos comunes” Leandro N. Alem 13 De Abril De 1890.
Sí, soy Radical. Y por que "Para los radicales el pueblo no es algo que se mire, se valore y se proteja como exterioridad; el pueblo somos nosotros mismos, esa totalidad que sufre y sueña, que protagoniza su quehacer y su destino en cuya entraña sentimos, pensamos y vivimos, sin retacear problemas colectivos. Nunca aprendimos a trepar para contemplarlo desde arriba y dejarle caer frases tutelares, sentimientos de amparo y protección. El pueblo es para nosotros, sujeto de la contingencia creadora en cuyo nudo dramático estamos todos apretados, y no objeto de una terapéutica concebida desde observatorios, formulada desde gabinetes, engendrada, en suma, fuera de su matriz histórica. Lo que no haga el pueblo no se hará por él; lo que el pueblo no diga no se dirá por su cuenta..." (Ricardo Balbín, declaración en Radio El Mundo, 15 de febrero de 1957)
Definitivamente soy radical y por que soy radical voto a la Coalición Cívica. Y ¿ustedes? Cómo van a votar el 28. Voten, como quieran… pero ¡Voten por la afirmativa! Involúcrense, la democracia nos pertenece y es perfectible.
Sí, soy Radical. Y por que "Para los radicales el pueblo no es algo que se mire, se valore y se proteja como exterioridad; el pueblo somos nosotros mismos, esa totalidad que sufre y sueña, que protagoniza su quehacer y su destino en cuya entraña sentimos, pensamos y vivimos, sin retacear problemas colectivos. Nunca aprendimos a trepar para contemplarlo desde arriba y dejarle caer frases tutelares, sentimientos de amparo y protección. El pueblo es para nosotros, sujeto de la contingencia creadora en cuyo nudo dramático estamos todos apretados, y no objeto de una terapéutica concebida desde observatorios, formulada desde gabinetes, engendrada, en suma, fuera de su matriz histórica. Lo que no haga el pueblo no se hará por él; lo que el pueblo no diga no se dirá por su cuenta..." (Ricardo Balbín, declaración en Radio El Mundo, 15 de febrero de 1957)
Definitivamente soy radical y por que soy radical voto a la Coalición Cívica. Y ¿ustedes? Cómo van a votar el 28. Voten, como quieran… pero ¡Voten por la afirmativa! Involúcrense, la democracia nos pertenece y es perfectible.
Miren… hace unos días en mis derivas por Internet encontré este sitio http://lahoraesfinge.blogspot.com que recomiendo. Ni bien se abrió la ventanita me detuve en el texto del encabezado Democracia. Redescubrir el vigor y la contundencia de esta idea. “Democracia no es ni esa forma de Gobierno que permite a la oligarquía política reinar en nombre del pueblo, ni esa forma de sociedad regida por el poder de la mercancía. Democracia es la acción que sin cesar arranca a los gobiernos oligárquicos el monopolio de la vida pública, y a la concentración de la riqueza, la omnipotencia sobre las vidas. Jacques Ranciere.
Me dieron ganas de conocer a Rancière y el autor o los autores del Blog me llevaron a conocerlo. La Democracia Que Anhelamos El odio a la democracia de Jacques Rancière. Amorrortu / editores 138 páginas ·Buenos Aires 2006. "Un día, más tarde o más temprano, reclamaremos vivir como ciudadanos en la democracia que anhelamos. Ese día estaremos un poco más cansados que hoy de este poder político, que es capaz de llegar a “regularnos” hasta el último gesto de nuestra vida. Desde el tabaco hasta a la conducción en “bici”. Pero, que a la vez, se muestra inepto para controlar las verdaderas lacras de nuestra democracia, como la deslocalización de empresas, la contaminación ambiental o la corrupción campante. Verdaderas calamidades, entre otras muchas, responsables del profundo desasosiego individual y social que padecemos.También, ese día, estaremos cansados que el poder económico, cada vez más concentrado en unos pocos, y en nombre “del progreso”, condicione la vida democrática de la mayoría a las durísimas leyes del capitalismo global. Como consecuencia de esas “leyes” es fácil ver cotidianamente como son excluidos quienes no logran tener un perfil netamente consumidor: jubilados, parados, ancianos, mujeres o simplemente jóvenes mal pagados, graciosamente bautizados como “mileuristas”.Sintetizando, cuando llegue ese día estaremos absolutamente cansados de la monopolización de la democracia, por el gobierno y control de unos pocos. Y pensaremos, quizás, en la necesidad de mejorar nuestras vidas regenerando esta democracia a la que nos vemos sometidos.Ese día necesitaremos del análisis y las ideas que Jacques Rancière expone en este libro. En él, nos muestra con claridad cómo podemos llegar a odiar esta democracia cautiva por las oligarquías políticas y económicas, que “se permiten reinar en nombre del pueblo”. Identificada por ellos mismos como “la única posible”.Rancière, nos llama a “comprender positivamente el escándalo que la palabra democracia implica y a redescubrir el vigor y la contundencia de esta idea”.Define esa democracia aún por descubrir como la herramienta necesaria para arrancar al poder político “el monopolio de la vida pública” y al poder económico “la omnipotencia sobre las vidas”.Es un ensayo. No tiene la fácil lectura de un cuento o una novela. Es un libro para reflexionar. Pero, por la validez de su contenido, puede permanecer intacto en nuestra mesa de noche por mucho tiempo, esperando con paciencia que estemos dispuestos a renovar nuestras ideas. O pensar en nuestra realidad”.
“Leer te ayuda a comprender” dice el anverso de los señaladores de Casa del Sol dónde compro mis libros y ¡Vaya si ayuda!. Ya encargue a Rancière, después les cuento. Gracias por los mates, estaban buenísimos, pero debo confesar que los que cebaba mi padre eran mejores combinaban la dosis exacta de aroma, calma, compañía, y cálida sensación de abrigo. Hasta la próxima.
Me dieron ganas de conocer a Rancière y el autor o los autores del Blog me llevaron a conocerlo. La Democracia Que Anhelamos El odio a la democracia de Jacques Rancière. Amorrortu / editores 138 páginas ·Buenos Aires 2006. "Un día, más tarde o más temprano, reclamaremos vivir como ciudadanos en la democracia que anhelamos. Ese día estaremos un poco más cansados que hoy de este poder político, que es capaz de llegar a “regularnos” hasta el último gesto de nuestra vida. Desde el tabaco hasta a la conducción en “bici”. Pero, que a la vez, se muestra inepto para controlar las verdaderas lacras de nuestra democracia, como la deslocalización de empresas, la contaminación ambiental o la corrupción campante. Verdaderas calamidades, entre otras muchas, responsables del profundo desasosiego individual y social que padecemos.También, ese día, estaremos cansados que el poder económico, cada vez más concentrado en unos pocos, y en nombre “del progreso”, condicione la vida democrática de la mayoría a las durísimas leyes del capitalismo global. Como consecuencia de esas “leyes” es fácil ver cotidianamente como son excluidos quienes no logran tener un perfil netamente consumidor: jubilados, parados, ancianos, mujeres o simplemente jóvenes mal pagados, graciosamente bautizados como “mileuristas”.Sintetizando, cuando llegue ese día estaremos absolutamente cansados de la monopolización de la democracia, por el gobierno y control de unos pocos. Y pensaremos, quizás, en la necesidad de mejorar nuestras vidas regenerando esta democracia a la que nos vemos sometidos.Ese día necesitaremos del análisis y las ideas que Jacques Rancière expone en este libro. En él, nos muestra con claridad cómo podemos llegar a odiar esta democracia cautiva por las oligarquías políticas y económicas, que “se permiten reinar en nombre del pueblo”. Identificada por ellos mismos como “la única posible”.Rancière, nos llama a “comprender positivamente el escándalo que la palabra democracia implica y a redescubrir el vigor y la contundencia de esta idea”.Define esa democracia aún por descubrir como la herramienta necesaria para arrancar al poder político “el monopolio de la vida pública” y al poder económico “la omnipotencia sobre las vidas”.Es un ensayo. No tiene la fácil lectura de un cuento o una novela. Es un libro para reflexionar. Pero, por la validez de su contenido, puede permanecer intacto en nuestra mesa de noche por mucho tiempo, esperando con paciencia que estemos dispuestos a renovar nuestras ideas. O pensar en nuestra realidad”.
“Leer te ayuda a comprender” dice el anverso de los señaladores de Casa del Sol dónde compro mis libros y ¡Vaya si ayuda!. Ya encargue a Rancière, después les cuento. Gracias por los mates, estaban buenísimos, pero debo confesar que los que cebaba mi padre eran mejores combinaban la dosis exacta de aroma, calma, compañía, y cálida sensación de abrigo. Hasta la próxima.