Hoy muchos de los que lo nombran son los hijos, de los hijos de los que ayer nomás lo llamaban “tilingo”…
Pero él va todavía soñando, va derrotando a la injusticia… por que los ideales no mueren… y por que él es la Utopía que define Eduardo Galeano “Esta en el horizonte. Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar.”
Y El Che nos hace caminar hacia esos horizontes de Justicia.
Dijo de él, Julio Cortazar Yo tuve un hermano / no nos vimos nunca / pero no importaba. / Yo tuve un hermano / que iba por los montes / mientras yo dormía. / Lo quise a mi modo, / le tomé su voz /libre como el agua. / Camine de a ratos / cerca de su sombra /no nos vimos nunca / pero no importaba. /Mi hermano despierto / mientras yo dormía. / Mi hermano mostrándome / detrás de la noche /su estrella elegida.
Pero yo, elijo estos dos fragmentos de un texto escrito en una de sus libretas que lleva por titulo "La Piedra", lo descubrí por Julia Constela, leyendo su libro: Celia, la madre del Che. Ed. Sudamericana, y alli en ese pañuelo de gasa encontré a Ernesto Guevara, un hombre de carne y hueso, un hijo recordando a su madre, que sabe está grave, es el 22 de mayo de 1965. Ella, había muerto unos días antes en Buenos Aires, él está en el Congo y se enterará varios días después.
“…no se pierden cosas imprescindibles. ¿Tendría algo más de ese tipo? El pañuelo de gasa. Eso era distinto, me lo dio ella por si me herían en un brazo, sería un cabestrillo amoroso. La dificultad estaba es usarlo si me partían el carapacho. En realidad había una solución fácil: que me lo pusieran en la cabeza para aguantarme la quijada y me iría con el a la tumba. Leal hasta la muerte. Si quedaba tendido en el monte o me recogían los otros no habría pañuelito de gasa; me descompondría entre las hierbas o me exhibirían y talvez saldría en la Life, con una mirada agónica y desesperada fija en el instante del supremo miedo. Por que se tiene miedo, a que negarlo.”(Pág 243)
“…Solo se que tengo una necesidad física de que aparezca mi madre y yo recline mi cabeza en su regazo magro y ella me diga “mi viejo”, con esa ternura seca y plena y sentir en el pelo su mano desmañada acariciándome a saltos como un muñeco de cuerda, como si la ternura le saliera por los ojos y la voz, por que los conductores rotos no la dejan llegar a las extremidades. Y las manos se estremecen y palpan más que acarician, pero la ternura resbala por fuera y las rodea y uno se siente tan bien, tan pequeñito, tan fuerte. No es necesario pedirle perdón, ella lo comprende todo, uno lo sabe cuando escucha ese “mi viejo”...(Pág245)