Corría el año ´80, yo tenía apenas cuatro años, mis viejos, socios del Círculo de Lectores, encargaron un libro para mí... Un día apareció en un sobre "Juan Salvador Gaviota"... en sus primeras páginas, entre los aleteos, se puede leer, con letra de mi mamá, mi nombre y el año... Yo no sabía leer, pero sistemáticamente mis padres iban leyendo noche a noche unas páginas sentados al borde de mi cama...
Con los años adquirí el gusto por la literatura, tanto por leer como por escribir y todavía me pregunto cúanto tuvo que ver este libro en mi vida, para ser como soy, para sentir como siento... Y tal parece que indefectiblemente todos somos un poco Juan Salvador Gaviota...
Todas las noches para mí amanecía, y el nuevo sol pintaba de oro las ondas de un mar tranquilo... Pero alejado y solitario, más allá de las barcas y las playas estaba practicando Juan Salvador Gaviota...
Las gaviotas, como bien es sabido, nunca se atascan, nunca se detienen...
...Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar.
Así entre vuelos razantes y curiosidad infantil iban transcurriendo mis noches... papá y mamá iban pasando las páginas, aprendiendo a ser padres y enseñando sin darse cuenta...
Tantas veces intentaba Juan Salvador Gaviota, tantas veces practicaba sus planeos de libertad que mis intentos de vida se fueron transformando en mi propia libertad, las emociones que transmitían las aventuras de esa gaviota iban arraigandose al alma como si posteriormente fuera a desarrollar esas mismas aventuras. Por la mitad de la primera parte yo sentía que ya podría volar... ¡Cuánto mayor sentido tiene ahora la vida! En lugar de nuestro lento y pesado ir y venir a los pesqueros, ¡hay una razón para vivir! Podremos alzarnos sobre nuestra ignorancia, podremos descubrirnos como criaturas de perfección, inteligencia y habilidad. ¡Podremos ser libres! ¡Podremos aprender a volar!
El Consejo de las Gaviotas llamó al centro a Juan Salvador: y pensó: ¡la Bandada de la Comida ...esta mañana: vieron el Descubrimiento! pero yo no quiero honores. No tengo ningún deseo de ser líder. Sólo quiero compartir los que he encontrado, y mostrar esos nuevos horizontes que nos están esperando... pero no lo admiraban, lo avergonzaron con palabras crueles y corría el riesgo de que lo expulsaran de la sociedad de las gaviotas a vivir solitario en los Lejanos Acantilados. Y ante la injusticia alzó la voz: ¿Irresponsabilidad? ¡Hermanos míos!-gritó-. ¿Quién es más responsable que una gaviota que encuentra y persigue un significado, un fin más alto para la vida?. Durante mil años hemos luchdo por las cabezas de los peces, pero ahora tenemos una razón para vivir; para aprender; para descubrir; ¡para ser libres! Dadme la oportunidad, dejadme que os muestre lo que he encontrado... la Bandada, entonces le dió la espalda y cerró sus oídos...
Juan siguió aprendiendo, aún solitario continuó su camino; aprendió a volar y no se arrepintió del precio que había pagado. Juan Gaviota descubrió que el aburrimiento y el miedo y la ira, son las razones por las que la vida de una gaviota es tan corta y al desaparecer aquellas de su pensamiento, tuvo por cierto una vida larga y buena... trascendió sus propios límites y voló al cielo prometido, él siempre había sido capaz de volar más alto, y así lo hizo...
La segunda parte ya no importaba, como todo niño de cuatro años fueron apareciendo otros intereses que se llevaron a Juan volando lejos, pero lo que no me dí cuenta es que él había quedado parado en el respaldo de mi cama, susurrando, alentándome a volar, a superarme y a no sentirme sola en la búsqueda de la libertad...
Años más tarde, cuando ya fuí adolescente, Juan volvió una tarde de lluvia a recordarme que le debía una segunda parte... tomé el libro, desvencijado por una mudanza y las garras de mi hermano que le miraba los dibujitos; y me senté a comenzar a pagar esa deuda con una gaviota que había pasado años esperándome...
Entonces, Juan vivía en su cielo, ese cielo anterior que lo llevaría de cielo en cielo, ese que no es un lugar ni un tiempo, porque el lugar y el tiempo poco significan... Trabajaba arduamente para lograr volar por el pasado y el futuro y para seguir subiendo y comprender el significado de la bondad y del amor... y Rafael tenía razón: Gaviota que ve lejos, vuela alto...
Siempre hay motivos para aprender, siempre hay tiempos de perdonar, siempre hay oportunidad de volver, solo hay que animarse a ser libres, aprender a ser libres... no importa que nos exilien, no importa que nos hieran con palabras, no importa que no nos escuchen, a pesar de todo siempre alguien nos escucha, siempre existen compañeros de bandada en las mismas circunstancias... A veces uno elige exiliarse, otras a uno lo exilian pero eso no significa que deje de sentirse parte de la Bandada, que no la extrañe, que no la añore y muchas veces hasta desea volver a ella y secretamente ella desea que uno vuelva... hasta que por fin, de a uno, lentamente, aquellos que nos exiliaron comienzan a cruzar la delgada línea para comenzar a volar con nosotros, para que un Juan Salvador Gaviota les enseñe a volar, hasta que uno a uno todos van dándose cuenta que sí se puede, ¡¡¡se puede volar!!! y que la única ley verdadera es aquella que conduce a la libertad, no hay otra... La manera de volar siempre está al alcance de quien quiera descubrirla y esto nada tiene que ver con el tiempo... La clave está en amar lo suficiente a la Bandada como para volver a ella y ayudarla a aprender... y esto también significa seguir construyendo nuestro propio cielo...
No hay límites, ellos solo están en nosotros mismos, nuestra propia carrera hacia el aprendizaje comienza en nosotros mismos, solo debemos amar lo que vemos y vernos tal como somos, así aprenderemos a volver siempre a la Bandada...
La Bandada siempre está ahi, solo debemos aparecer en la playa, enseñar lo que hemos aprendido y dejar que los demás nos muestren nuestros propios errores, solo ahí nuestra carrera al aprendizaje habrá empezado verdaderamente... Juan Salvador Gaviota somos todos, algunos nos damos cuenta a tiempo, cuando nuestros padres nos leen el libro a los cuatro años, otros cuando son adolescentes y leen las segundas partes, otros más adelante, pero todos tenemos tiempo de ser por un instante ese Juan que nos enseñe el verdadero sentido de la libertad.
Es tiempo de aprender y de volar...
sí, se puede... siempre se puede...