de Mario Benedetti
Salvo excepciones
En la sala repleta circuló un aire helado cuando don Luciano, con todo el peso de su prestigio y se su insobornable capacidad de juicio, al promediar su conferencia tomó aliento para decir: “como siempre, quiero ser franco con ustedes. En este país, y salvo excepciones, mi profesión está en manos de oportunistas, de frívolos, de ineptos, de venales”.
A la mañana siguiente, su secretaria le telefoneó a las ocho: “Don Luciano, lamento molestarlo tan temprano, pero acaban de avisarme que frente a su casa, hay como quinientas personas esperándolo” “¿Ah, sí? Dijo el profesor de buen ánimo. “Y que quieren?” “Según dicen, se proponen expresarle su saludo y su admiración” “Pero ¿Quiénes son?” “No lo sé con certeza, don Luciano. Ellos dicen que son las excepciones”