La Luna, el eclipse,

los recuerdos, la búsqueda de un libro que aún no encuentro y el encontronazo con otro donde descubro a Raúl González Tuñon. Argentino 1905-1974, del que poco o nada he leido. Hoy comparto con ustedes

El poeta murió al amanecer

Sin un céntimo, tal como vino al mundo,

murió al fin, en la plaza, frente a la inquieta feria.

Velaron el cadáver del dulce vagabundo

dos musas, las esperanza y la miseria.
Fue un poeta completo de su vida y de su obra.

Escribió versos casi celestes, casi mágicos,

de invención verdadera,

y como hombre de su tiempo que era,

también ardientes cantos y poemas civiles

de esquinas y banderas.
Algunos, los más viejos, lo negaron de entrada.

Algunos, los más jóvenes, lo negaron después.

Hoy irán a su entierro cuatro buenos amigos,

los parroquianos del café,

los artistas del circo ambulante,

unos cuantos obreros,

un antiguo editor,

una hermosa mujer,

y mañana, mañana,

florecerá la tierra que caiga sobre él.
Deja muy pocas cosas, libros, un Heine, un Whitman,

un Quevedo, un Darío, un Rimbaud, un Baudelaire,

un Schiller, un Bertrand, un Bécquer, un Machado,

versos de un ser querido que se fue antes que él,

muchas cuentas impagas, un mapa, una veleta

y una antigua fragata dentro de una botella.
Los que le vieron dicen que murió como un niño.

Para él fue la muerte como el último asombro.

Tenía una estrella muerta sobre el pecho vencido,

y un pájaro en el hombro.