Nadie se salva de este veranito tropical, que como dice Miguel (a quien quiero felicitar, de todo corazón por su premio y por su trabajo) con sus tardes más largas, debido a la era Cristina, nos llena de anocheceres tardíos y soles de las veinte treinta entrando por las ventanas, que abiertas, buscan encontrar un “resuello” de aire fresco. Ni Mar del Plata se salva de las altas temperaturas, ni con el mar refresca por la noche… en fin, el cambio climático es un tema para tratar aparte.
Y acá vengo, regresando, porque el que toma mate vuelve y porque, como dice Liliana, siempre es necesario un recreo y solo es preciso ver donde podemos encontrar ese tiempito y darnos cuenta que quizá solo está dentro nuestro…
Quizá los corsos sean la oportunidad propicia para dar ese recreito que tanta falta le hace a nuestro corazón, porque además de volver al pueblo disfrutaríamos de la alegría y del colorido que nuestras comparsas nos regalan en esas noches de enero y además siempre es buena la oportunidad de recordar, siempre es favorable la memoria, evocando viejos amigos, reencontrándonos con otros, perpetuando momentos vividos de otros tiempos y aprovechando el calorcito poder darnos un baño de espuma con alguna barra encarnizada, con el Rey Momo mirándonos desde lo alto, esperando su última noche para hacer conocer su testamento. Y como todo es recuerdo, los acompaño con algunas imágenes que me recuerdan los carnavales...
El espíritu del carnaval contagia alegría, hace volar la imaginación y nos da las alas necesarias para seguir soñando que podemos volar…
Les dejo este, mi aporte al recreo del alma, no tiene título, habitualmente mis poemas no lo tienen… el que quiera, que lo anote…
Fugarse más seguido
por las tardes.
Andar descalzo en la amplitud,
vivir huyendo...
Evaporarse, salirse del reloj,
Y aún sí, no terminar de irse,
Eclipsar al viento en retirada.
Perseguir al sol por horizontes
rojos y violetas.
Recibir a la luna en un abrazo
Velar de noche las estrellas,
boca arriba,
Y tirarse más tiempo
de espaldas en el pasto
Reducirse, domarse,
nutrirse de montañas.
Sentirse un gigante en la pradera.
Apuntalar el mate en la nostalgia del pasado
Observar por la mirilla hacia el futuro
Descansar en la avidez de la memoria,
respirando tradición y pasatiempo…
Adormecerse en brazos de la vida,
y volver a disfrutar de los recreos.
Conciliar sueños y viejos resquemores
Perdonar y olvidar,
hacer las paces,
volver a barajar nuestras virtudes
y recibir a viejas amistades
Hacer nueva la amistad de cada día
y reírse un poco más de la rutina,
Abrazar con más ganas…
fundirse en la esperanza
de valorar la vida.
Y acá vengo, regresando, porque el que toma mate vuelve y porque, como dice Liliana, siempre es necesario un recreo y solo es preciso ver donde podemos encontrar ese tiempito y darnos cuenta que quizá solo está dentro nuestro…
Quizá los corsos sean la oportunidad propicia para dar ese recreito que tanta falta le hace a nuestro corazón, porque además de volver al pueblo disfrutaríamos de la alegría y del colorido que nuestras comparsas nos regalan en esas noches de enero y además siempre es buena la oportunidad de recordar, siempre es favorable la memoria, evocando viejos amigos, reencontrándonos con otros, perpetuando momentos vividos de otros tiempos y aprovechando el calorcito poder darnos un baño de espuma con alguna barra encarnizada, con el Rey Momo mirándonos desde lo alto, esperando su última noche para hacer conocer su testamento. Y como todo es recuerdo, los acompaño con algunas imágenes que me recuerdan los carnavales...
El espíritu del carnaval contagia alegría, hace volar la imaginación y nos da las alas necesarias para seguir soñando que podemos volar…
Les dejo este, mi aporte al recreo del alma, no tiene título, habitualmente mis poemas no lo tienen… el que quiera, que lo anote…
Fugarse más seguido
por las tardes.
Andar descalzo en la amplitud,
vivir huyendo...
Evaporarse, salirse del reloj,
Y aún sí, no terminar de irse,
Eclipsar al viento en retirada.
Perseguir al sol por horizontes
rojos y violetas.
Recibir a la luna en un abrazo
Velar de noche las estrellas,
boca arriba,
Y tirarse más tiempo
de espaldas en el pasto
Reducirse, domarse,
nutrirse de montañas.
Sentirse un gigante en la pradera.
Apuntalar el mate en la nostalgia del pasado
Observar por la mirilla hacia el futuro
Descansar en la avidez de la memoria,
respirando tradición y pasatiempo…
Adormecerse en brazos de la vida,
y volver a disfrutar de los recreos.
Conciliar sueños y viejos resquemores
Perdonar y olvidar,
hacer las paces,
volver a barajar nuestras virtudes
y recibir a viejas amistades
Hacer nueva la amistad de cada día
y reírse un poco más de la rutina,
Abrazar con más ganas…
fundirse en la esperanza
de valorar la vida.