"Es un lugar común escuchar decir que los hospitales argentinos están lejos de ser centros asistenciales ejemplares. Aunque siempre hay profesionales honestos que no se desvían de su objetivo primordial -la restitución de la salud de los pacientes –La victima de esta historia es la sociedad en su conjunto"
La lectura de esas palabras fue el disparador para que comprara Argentina Hospital El Rostro oscuro de la salud… Comenzaba el 2005… han pasado dos años desde que lo leí…y hoy, leyendo lo que pasa con el “Exterminio silencioso” de nuestros hermanos Tobas en el Chaco, cuando veo las imágenes del Htal de Clínicas, o conozco lo que sucede con el Htal Francés, o lo que ocurre en todos los hospitales de nuestro querido país. Cuando me recitan “la promesa” de un enorme hospital en la Provincia de Buenos Aires, cuando nos bombardean con esas imágenes virtuales, no puedo dejar de indignarme… parece que todos estos años no alcanzaron para mejorar los hospitales existentes… ¿no alcanzaron?.
Entonces, voy en busca del libro del Dr. Ignacio Katz para releerlo y para compartir con ustedes el texto que sigue… por que conocer la historia ayuda a recuperar la Memoria.
En Recuerdo de Ramón Carrillo
“Hace demasiado calor esta noche para pensar en la muerte, en la remota ciudad brasileña de Belén do Pará. Lejos de casa, Ramón Carrillo. Tan lejos de casa.
Sueñas, sin embargo, por que el calor te impide pensar en la muerte que ya te ronda, que susurra a tu lado las plegarias negras del final. Sueñas y en tu sueño cortas unas cintas, las clásicas cintas de inauguración de una obra publica, mas precisamente de un hospital de los tantos que has inaugurado cuando no estabas aquí, cuando estabas en casa convocado por un gobierno que los trabajadores revindicaban y que tenía todos los recursos para sembrar de hospitales el país la Argentina – vecino de éste en el que esperas que te cubra de una vez la vieja y temida sombra-, pero tan lejano.
Sueñas que por fin abres las puertas del buen gigante que no has podido inaugurar, de tu hijo pródigo, un hospital escuela, modelo del sanitarismo progresista al que le dedicaste buena parte de tu fecunda vida profesional, un hospital cuya cuidada definición arquitectónica está pensada para albergar y cuidar a pacientes de enfermedades respiratorias, esos a quienes en plena década del cincuenta del siglo XX el perjuicio y la ignorancia confinan todavía a parajes ignotos, destierran en su propia tierra por miedo al contagio, desalman y descorazonan como cáscaras vacías. Un hospital que a las puertas de la gran ciudad sudamericana de la cabeza de Goliat que define Martínez Estrada, recupere para esos desterrados la dignidad de ser pacientes, de ser ciudadanos y atendido, de esperar la vida y no la muerte como ahora te sucede a ti, tan lejos de casa en una remota ciudad de la selva brasileña y tan cerca de la Nochebuena.
Las cintas recién cortadas caen blandamente, se demoran como serpentinas que acarician tus piernas cuando avanzas, por que quieres recorrer el hospital soñado y hacerlo solo, sin ningún burócrata parlanchín a tu lado. Conocerlo caminar sus pasillos y sus salas que huelen todavía a pintura fresca y por cuyos ventanales el sol de la mañana te dará la bienvenida. A tus espaldas quedan los aplausos; antes hubo, claro, discursos, y bombos, desbordadas promesas de funcionarios que una y otra vez invocaran tu nombre durante las próximas décadas de abandono y deterioro de la salud publica argentina. Pero todos queda en sordina cuando te internas por los pasillos, resuelto, gallardo como un guerrero que entra en triunfo a la tierra conquistada.
De a poco, sin embargo, cambia el clima, huye el prometido sol, se oscurecen las mínimas encrucijadas y lo que era un trazado limpio y funcional para llegar a donde ibas, se transforma en laberinto.
Otro hombre viene en sentido contrario, la cabeza gacha, ensimismado.
Quisieras hablarle, preguntarle como se sale, pero lo dejas pasar, él ni nota tu presencia, y a medida que se alejan sus pasos te convences de que habría sido inútil, no te había visto, tan absorto iba en su presente, tan lejos del pasado, como tú de casa. Ramón Carrillo, en esta hora crepuscular, solitaria, vacía.
Te resignas por fin a seguir andando, los pasillos ya son túneles, la última respiración de la tarde cesa y debería sobrevenir la asfixia. Pero respiras hondo y sigues.
Al fondo, quizás muy lejos, suenan tambores. Sonidos de un tiempo que no te pertenece, que quizás no comprenderías, si te fuera dada la posibilidad de volver sobre tus pasos, de recoger el hilo de los laberintos, las tímidas, vacilantes hebras de la luz en tan cerrada oscuridad.” Ignacio Katz.
Ramón Carrillo Nació en 1906 Santiago del Estero. Enfrentado en 1954 a la burocracia peronista por sus "reclamos de transparencia" (aunque el Justicialismo trate de disfrazar los motivos de su renuncia) elige el penoso camino del exilio. Vive unos años en un barrio humilde de Nueva York hasta que las dificultades económicas lo llevan a aceptar un puesto de médico en una empresa minera norteamericana que tenía una explotación en la selva de Brasil. Se instala en Belén do Pará. Muere allí en 1956, con 50 años recién cumplidos. En 1972 sus restos volverán a la Argentina.
Argentina hospital. El rostro oscuro de la salud. Dr. Ignacio Katz. Buenos Aires Edhasa, 2004.
Bueno, si tienen la oportunidad de leerlo háganlo, vale la pena. Seguramente seguiremos discutiendo, matecito de por medio. Hasta la próxima.
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