Esperé pacientemente a que volvieras desde el kilómetro 248, porque esperaba que como dueña de casa empezaras el mate para contar ese paseo por Guido, que tanto tiempo atrás venías deseando... pero no esperaba yo tampoco hoy recibir la noticia de la muerte de Edgardo, no esperaba encontrarte con un ala rota, ni tampoco esperaba tener que recordar tan pronto que lo vi hace un par de meses, cuando Marilú le mandó una encomienda que yo traje desde Guido, se puso contento al verme y no nos habíamos tratado demasiado pero estoy segura que se acordó de mi viejo, quizá de las noches de asado y comité, de elecciones y de campaña... y yo también recordé el camión, paradito al lado de la iglesia, pero me parece que era naranja, no se porqué lo recuerdo naranja. Pero bue...la cosa es que se nos van quedando guidenses en el camino...quizá se estén juntando allá arriba, quizá en aquel lugar en que nos prometen que no hay dolor ni sufrimiento, ni maldad, tal vez estén armando un pueblo nuevo, como el que nosotros, los que quedamos, estamos deseando que sea nuestro pueblo.
Como no podía ser de otra manera, con tortas negras de la Espiga de Oro, el domingo, en la casa de los Madrid me esperaba el mate y una amiga, que estaba a punto de dejar de ser una amiga virtual para convertirse en un abrazo apretadito. Pero también, como no podía ser de otra manera, era inminente el recuerdo y las lágrimas, don Abel Cepeda, mi viejo Coco Guebara, Bialade, tantos! tantos recuerdos que hasta me pareció ver a don Bernabé sentadito en el patio esperando el atardecer...
Sentimos juntas el pueblo como si nunca nos hubiéramos ausentado, sentimos cada rincón físico y cada espacio afectivo, compartimos la misma sensación de ahogo y esperanza, el mismo criterio de evaluar nuestro presente, concluimos en la seguridad de que SI se puede, siempre se puede, simplemente con trabajo, no es difícil, solo hay que animarse...
Cuando me subí al auto para irme y te vi parada en la vereda sentí que dejé atrás el principio de una nueva oportunidad, una renovada esperanza que poco a poco nos hará volver a planear un encuentro que quedó prometido, casi pactado. Y desee que pudieras hacerte un ratito de tiempo para ir a ver a los Guebara que tan expectantes habían estado con nuestro encuentro, y como sos una mujer de palabra (aunque nada me habías prometido y no era tu obligación ir) allá apareciste y a los viejos se les alegró la tarde.
No es fácil sobreponerse a las estocadas de la vida, sobre todo cuando uno no las espera y cuando estas vienen desde los afectos más entrañables, el pueblo, los amigos, los funcionarios en los que alguna vez depositamos confianza... pero aquí estamos, vos y yo, por ahora nosotras, y ya vendrán unos cuantos más a confirmar esta teoría de que es preferible morir de pie que vivir arrodillado, a colaborar con el crecimiento sostenido de un lugar que amamos por herencia, por elección o por origen, a poner el hombro y el corazón a lo que paradojicamente, nosotras, que estamos afuera, sentimos que nos pertenece.
Un abrazo, más grande que el que nos dimos el otro día, porque hoy vos estás herida, y yo también otro poco... Edgardo va a estar bien y Guido nos está esperando, vale la pena abrazarse más seguido... Noviembre está cerca y quizá podamos estaquear algún corderito en algún patio guidense... Todo está guardado en la memoria...