Para los que callan y para los que susurran, para los que gritan y para los que hablan.
Para aquellos que nos animamos a entrar y para los que todavía andan dando vueltas sin animarse.
Para los que descubrimos esta aventura y para los que todavía no encontraron la botella en el mar.
Para los náufragos, para los soñadores, para los realistas y para los utópicos; para los que sueñan y para los que viven la vida despiertos.Para los que recuerdan un pasado mejor y para los que pretenden un futuro prometedor, para los que nos ayudan a construirlo, para los vecinos que nos acompañan.
Para los poetas, para los fotógrafos, para los narradores, para los pintores; para los memoriosos, para los nostálgicos y para los desmemoriados también.Para los que creen, para los descreídos, para los que colaboran y para los que tienen recelo de hacerlo, para los amigos, para los conocidos y para los que aún ni sabemos que están aquí, para los que están lejos y para los que están cerca.
Para nuestros padres, nuestros abuelos, por la memoria, por los que están y por los que están pero no se ven.Para los que alguna vez pisaron nuestra tierra, para los que dejaron allí alguno de sus brotes, para los que plantaron allí algunos de sus árboles, para los que tuvieron allí algunos de sus hijos, para los que descansan en la Gran Casa Blanca del fin del Boulevard, para los que nos llevan a pasear de la mano por la historia y el recuerdo.
Para los que nos muestran atardeceres en la laguna, para los que nos convocan a llevarle una flor a Ceferino, para los que se detienen a respirar el aire del potrero, para los que atan una cinta blanca a Pancho Stea en su árbol de recuerdos, para todos aquellos que nos cuestionan desde algún lugar sin asidero, para quienes critican sin motivo, para los que tienen rencor o miran con desconfianza, para los que no creen en la buena voluntad y para los que indefectiblemente están ahí queriendo ser quizá y no pudiendo.
Para todos ellos y muchos más las puertas están abiertas, así como se abre un nuevo año, que se acerca con un olor diferente, con aroma fresco, con extraños y renovados aires, con interminables expectativas, con proyectos y con esperanzas de cambio, de crecimiento y de suma de voluntades.
Solo hay que entrar, como antes, como en el campo, un “Ave María Purísima” es suficiente para unirse a esta acumulación de energías compartidas, ni siquiera es necesario golpear las puertas, porque no hay tranqueras y no hay candados, no hay cerrojos ni pasadores, solo hay una gran calle, con un letrero bien grande que dice “General Guido” que nos invita a entrar, o en todo caso a regresar, para construir, para restaurar, para perdonar, para zanjar diferencias. Una calle que nos lleva al mismísimo corazón, tierra adentro de nuestra esencia, campo afuera de los resentimientos. Ese camino significa mucho más que una entrada a un lugar en el mundo, significa apropiarse de nuestra propia existencia.
¡Adelante! Nuestras puertas siempre estarán abiertas… pa´lo que guste mandar…
Deseo, sinceramente, que el año que está por llegar nos recargue de la paz y del amor suficiente para vivir con conciencia y compromiso y que por estas puertas comiencen a entrar todos aquellos que quieran aumentar la identidad, la memoria y el crecimiento sostenido de un pueblo que siempre sentí como mi lugar en el mundo.
Me quedo preparando el mate, en la puerta; abierta de par en par para recibir un año que presiento cargado de nuevos amigos, con la compañía de los viejos aliados en el cariño, de algunos tantos conocidos y de todos aquellos que están por venir. Un abrazo muy grande.